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  • Foto del escritorLucia Pedraza

Becky Fairbrother: "Mi vida es con la mochila a cuestas"

Actualizado: 27 nov 2019

Mientras que en España sorteamos los días de marzo entre bufandas y mangas cortas, al otro lado del Atlántico, en México, Becky se presenta, con una gran sonrisa en la cara, en pantalón corto y tirantes. Todo ha sido un poco improvisado, sin planificarlo, como ella acostumbra a hacer. Eso es lo mejor de su inusual forma de vida, “tener ganas de hacer algo y poder cumplirlo cuando quiera”. El ansia de viajar le hizo dejar hace ocho años su ciudad natal, Londres, para irse con un amigo a Australia. Encontró trabajo de camarera gracias a una chef australiana que trabajaba con ella en Londres; esa fue su llave para ponerse en contacto con la dueña del bar y empezar esta aventura que continua hoy en día, aunque en la otra parte del globo. Fue un impulso, “desde niña siempre había querido ir y cuando escuché la invitación dije: ‘¡pues vamos a Australia!’, no me lo pensé”.


Las ganas de conocer nuevos lugares no se han disipado, pero ahora no son el motor que guía sus viajes. Ha cambiado los monumentos y los mapas para turistas por las paredes de roca y las cuerdas de escalada. Ahora ya no busca descubrir los sabores que caracterizan la gastronomía de cada lugar, lo que busca es disfrutar poniéndose a prueba en las paredes verticales. Ese fue el motivo que la llevó hace dos años hasta México, donde vive actualmente en casa de unos amigos. El tiempo que se va a quedar allí también es incierto, no ha planificado nada de su futuro; pero más allá de ver esa falta de programación como un símbolo de inseguridad o de inestabilidad en su vida, Becky disfruta de “ver qué va a pasar, de la sorpresa”. Esta es una de las barreras que tuvo que superar, la de querer tener el control de todo, aunque aún a veces continúa haciéndolo, aunque no con tanto detalle, porque “eso da confort y comodidad”.


Por el momento sí tiene pensadas algunas ideas en las que trabajará cuando renueve su visado de turista en el país americano: “hasta ahora tengo proyectos de escalada, estoy viajando mucho con este enfoque; y también voy a grabar mi álbum de música”. A pesar de que decide no adelantarse y entonar algunas de las notas que compondrán su primer disco; su voz con acento mexicano, la forma que tiene de expresarse utilizando palabras de calle y las rastas que inundan su pelo permiten intuir cuál es el estilo de música que tocará con su guitarra. Más tarde me confirma que es el reggae.


-Entonces, ¿no pagas nada por vivir allí?

-Actualmente no estoy pagando ningún alquiler, pero limpio la casa porque a mi me gusta que, si me estoy quedando en un lugar aportar algo, limpiar, organizar… a veces es mucho o es poco. Eso lo hago por moral, porque siento que devuelvo algo, esta persona me está teniendo en su casa, me ha invitado y me siento como que quiero devolver algo y suele ser algo así.


Pero no todos los viajes que Becky ha realizado han tenido los mismos objetivos, las mismas condiciones y las mismas compañías. Desde su primer viaje con 21 años -ahora tiene 29- ha visitado más de quince países y ha vivido de forma permanente en ocho de ellos. Tras su estancia de dos años en Australia, ella y su entonces pareja, el joven Erasmus que la acompañó desde Londres, viajaron por Asia. Visitaron Vietnam, Camboya, Tailandia, Nepal y otros tantos países de oriente que no recuerda en el momento de la entrevista. Todo era por placer. Viajar por viajar y para conocer nuevas costumbres, nuevos lugares y nuevas experiencias. Su estancia en Australia le había permitido ahorrar el suficiente dinero para realizar este viaje por el continente asiático: “fue bastante lujoso: nos estábamos quedando en hostales, comiendo fuera…”. El cambio de dinero del dólar australiano a las múltiples monedas de los países que visitaban siempre les hacía salir beneficiados, “el cambio de dinero era muy bueno”. A pesar de que el dinero jugaba a su favor, el paso de los días y de los países que visitaban hicieron que cambiara el estilo de viaje que llevaban: “Al principio nos quedábamos más privado y luego empezamos a dormir en habitaciones compartidas”. No era cuestión de ahorros, sino de estilo de vida y de intereses. Ellos querían empaparse bien de la cultura, de las calles, de las gentes que vivían allí pero también de los que, como ellos, estaban viviendo esa experiencia. Las palabras que utiliza al hablar de sus viajes contagian de ese espíritu aventurero y trotamundos que ella tiene. Transmiten ganas de querer vivir esa experiencia, pero no como un viaje contratado por una agencia, sino sin planes, como ella, un viaje para absorber de cerca esa cultura desconocida.





El primer viaje siempre es el más difícil, luego viene todo rodado. Los caminos de Becky y de su pareja se separaron, él se volvió a Australia y ella viajó hasta España para visitar a su familia. De padre inglés y de madre española, Becky siempre ha tenido su familia dividida en dos países. Pasaba sus veranos en Daroca (Aragón), en el pueblo de su madre y allí es donde aprendió a hablar español, aunque su recién adquirido acento mexicano permita hacer dudar sus raíces. El inglés le viene de serie, y por el camino ha aprendido a hablar francés y algunas palabras en diferentes idiomas. Los idiomas le han permitido conocer más de cerca a las personas, tanto a las nativas de un lugar como a los viajeros que, como ella, buscaban una buena conversación. Becky opina que no son algo imprescindible, “si estas en un lugar aún te comunicas y te entiendes porque te puedes expresar con el cuerpo, con señas, con una sonrisa… Hay muchas maneras de comunicarse”. Aún así no se puede negar que conocer un idioma te abre muchas puertas, ella tampoco lo niega y añade que, además, “vas a aprender muchas cosas, por ejemplo, el español de Latinoamérica no es el español de España, tiene su vocabulario, su forma propia de cada lugar… Así que sí ayuda y, a la vez, siempre vas a estar aprendiendo cosas nuevas”.


Su vuelta a España le permitió reencontrarse con su familia materna, aunque no por mucho tiempo pues a los pocos meses viajó a Dinamarca, Alemania y a Inglaterra en busca de trabajo. En cada una de estas localizaciones esperaba agrupar gran cantidad de ahorros para poder viajar de nuevo. Trabajó como camarera en varios bares y como profesora de inglés para niños hasta que regresó de nuevo a España para hacer de monitora en un campamento de verano. Con el paso de los años estos trabajos tan recurrentes continúan siendo una vía para ahorrar entre viaje y viaje. Sin embargo, Becky no deja de lado su verdadera pasión: la fotografía. Se especializó en retratar instantáneas en la universidad y a través de ellas capta la esencia de todos sus viajes. Hoy en día esta es también una forma de conseguir dinero para ella puesto que le pagan por fotografiar las competiciones de escalada en los diferentes sitios de México que visita.


Ha hecho de sus hobbies su trabajo, y ahora viaja por todo el mundo escalando y capturando esos momentos con su cámara de fotos. Actualmente trabaja en Ciudad de México “en los muros de escalada donde van a abrir un nuevo muro y me invitaron a poner rutas nuevas”. Su estilo de vida se nos hace peculiar, diferente y hasta un poco deseable, pero no toda su vida es adrenalina, también la cotidianeidad asoma en algunos momentos del día cuando tiene que “hacer cosas normales como lavar la ropa o hacer la comida”. Sin embargo, Becky no permite que esas tareas domésticas le supongan una atadura o un impedimento para hacer lo que quiera en cada momento. “Para hacer algo lo tienes que querer hacer mucho, y aun teniendo ataduras, si tienes unas ganas muy fuertes, lo haces”. Nuestros compromisos son los que nos crean ataduras. Tener una pareja, una casa, un trabajo, hijos, un perro… son objetivos a los que la gran mayoría de las personas aspiran hoy en día, pero Becky no. Tampoco considera que estas situaciones puedan condicionar a alguien que tenga ganas de cumplir un sueño, sino que es el miedo lo que de verdad limita esos deseos. “Quizás por miedo la gente dice que no puede irse porque tiene algo, pero yo creo que entonces las ganas aun no han crecido tanto para salir, para arriesgarse para conseguir lo que quieren”.


Para ella las posesiones no son un problema, no hay nada que la ate a un mismo lugar. No tiene casa, aunque ella encuentra un hogar en cada lugar al que es invitada por sus amigos. Sin embargo, sí que hubo un momento en el que se planteó comprarse una, cuando regresó de su viaje por Asia tras pasar dos años en Australia. En ese momento su “plan no era ir de un lado a otro como estoy haciendo ahora, estaba ahorrando para comprar una casa”, pero sus intenciones se vieron truncadas cuando el chico que la acompañaba decidió regresar a Australia, “mi plan no resultó y ahí es cuando cambió todo bastante”. Se planteó entonces qué es lo que ella quería hacer, cómo quería vivir, buscó un nuevo objetivo: “conocer gente viajando y esperar a que me inviten a lugares”. Esta nueva realidad ha condicionado sus costumbres, su forma de ser y de actuar. Ahora lleva toda su vida a cuestas, en su mochila de trekking. “Trato de reducir a lo mínimo mis pertenencias porque la gente te regala ropa y cosas”. Así renueva su armario portátil, cambiando lo viejo por nuevo, pero siempre sustituyéndolo. Su límite está en el tamaño de su mochila y en el peso que pueda soportar sobre sus hombros, consiste en reducir, de “tener lo necesario, si tengo un pantalón, ¿para qué voy a tener otro?”.


Sus posibles impedimentos no se limitan a lo material, ese problema lo tiene solventado hasta el punto que, para ella, no se plantea como un problema. Pero al final del día hay un sentimiento que emerge y que intenta reprimir: siente añoranza por su familia. “A ratos sí que me dan ganas de verlos, de ir y de estar con ellos, pero a la vez me siento como que ese sentimiento es un poco inútil porque, si al final del día extrañas, es que ya no estas haciendo lo que quieres y pues, trato de no hacerlo”. Es una sensación que intenta reprimir, una “batalla mental” para disfrutar al máximo de lo que está haciendo, pero que en algunos casos es imposible callar. “A veces sí que pasa porque estás en una cultura diferente que no conoces y es todo muy nuevo y te apetece algo familiar”. Ese sentimiento que emerge por las noches se calma en los momentos que conoce a gente de su país, de Inglaterra, esos momentos le dan “un chute de comodidad, de algo conocido, eso da confianza”. Pero no es hasta que regresa a casa, a España o Inglaterra, cuando de verdad siente esa familiaridad. Eso no ocurre muchas veces, solamente cada dos años coge el avión que la lleva hasta su hogar. Desde allí también sienten añoranza cuando Becky está lejos de casa, “pero no lo vocalizan porque tienen esa mentalidad de que todos estamos haciendo lo que queremos”. Siente emoción al hablar de su familia, hace más de un año que no cruza el charco para visitarlos. Es una familia “desapegada”, pero que sabe que “mientras hacemos lo que queremos estamos contentos”.


Esta pasión por viajar y adentrarse en nuevas culturas y costumbres la tomó de su madre, quién también realizaba muchos viajes por Europa en busca de trabajos de temporada y “me llevaba a Francia, a Italia… a conocer a sus amigos que ya tenía en todos esos lugares”. El espíritu viajero de su madre también lo heredó Becky, que ya de pequeña soñaba con llevar este estilo de vida porque a ella “siempre me había gustado la aventura”, como a su madre. De hecho, ya desde bebé realizaba constantemente el trayecto Londres-Daroca. También desde pequeña se agarró a la rama del diseño, de la estética y de la fotografía que hoy en día es parte de su trabajo, “siempre ha tenido mucha afinidad por eso” y no ha dudado en qué se quería especializar.


Los viajes han hecho mella en ella, pero, sin duda, este camino que escogió ha sido el que siempre había soñado. No todo es como ella se lo esperaba ni todo es bueno y fácil, “tu zona de confort desaparece y puedes llegar a estar en situaciones y temporadas de mucha inestabilidad, al final te acostumbras y se vuelve a una zona de confort, pero te acostumbras a la incertidumbre”. De esa inquietud también ha sacado cosas positivas, al final del día “es un aprendizaje y se vuelve positivo porque aprendes a manejar situaciones muy extremas”. Su aprendizaje es, sin duda, multicultural. Extrae lo bueno de cada cultura y lo adapta a ella misma, es una de las cosas más positivas que identifica de estos ocho años viajando. “También te llegan muchas oportunidades y es gracias a estar conociendo a tanta gente y de abrirte el mundo”. Es una experiencia que, sin duda, recomienda a todo el mundo que la pruebe: “uno aprende mucho al final del día sobre sí mismo y, conociendo diferentes culturas, sobre los humanos, sobre cómo somos como raza”.


No se arrepiente, ni mucho menos, de haber tomado aquel primer vuelo a Australia que desencadenó en un viaje que continúa a día de hoy. El mejor consejo que puede dar para aquellos que no se atreven a hacerlo es “que lo hagan con miedo, si te da miedo es por algo, si uno tiene miedo y no lo hace se arrepiente, si lo hace y sale bien, pues bien, y si no, pues mal y aprendes”. Aprender. Esa es sin duda la palabra que define esta experiencia que Becky ha adoptado como estilo de vida. Es un aprendizaje que no terminará nunca, aunque ella deje de viajar y se asiente en un territorio por un tiempo indefinido. Tiene planes para ello, pero no sabe cuando sucederán. “Sí lo he pensado. Mis abuelos, por ejemplo, tienen un terreno en Daroca, ahí podría construir una casa, pero siguiendo con el mismo estilo de vida atado a la escalada, y conociendo nuevos lugares. Sí, lo he pensado”. En ese lugar concentrará todas las experiencias y lo mejor de cada uno de los lugares que ha visitado. No se olvida, por supuesto, de ese motor que guía su vida: la escalada.


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